“Recuerdo muy bien una noche de Enero hace casi dos años. Hacía mucho frío y me quedé bajo un árbol para protegerme del viento mientras esperaba que el tiempo pasara para irme a casa. Y de pronto, con la intuición, que imagino tenemos todos y que seguramente es divina, supe con certeza que tenía SIDA.
Lloré mucho, tuve miedo y me sentí solo. Pensé en todas las cosas importantes en mi vida que perdería --mi hogar, mi familia, mis amistades, mi trabajo--; la idea de morir bajo ese árbol, en ese frío y lejos de todo amor humano, me pareció muy real y desoladora. Lloré mientras rezaba, fue la primera vez que lo hacía, necesitaba aferrarme a algo, algo que me mantuviera vivo. Creo que desaparecí y aún me cuesta volver ".
Lloré mucho, tuve miedo y me sentí solo. Pensé en todas las cosas importantes en mi vida que perdería --mi hogar, mi familia, mis amistades, mi trabajo--; la idea de morir bajo ese árbol, en ese frío y lejos de todo amor humano, me pareció muy real y desoladora. Lloré mientras rezaba, fue la primera vez que lo hacía, necesitaba aferrarme a algo, algo que me mantuviera vivo. Creo que desaparecí y aún me cuesta volver ".
Esto es sólo un extracto y pertenece a un libro en donde está el testimonio de muchas personas con Sida; y es parte de la carta de una maravillosa persona, que escribió en ese libro, a quien amo profundamente. Cuando leí esta carta completa, comprendí lo difícil que es decirle a la gente que quieres, que algo como esto te está ocurriendo; lo difícil que es pararse, lo difícil que es creer, volver a amar, reírse del alma, pensar que todo lo bueno es cierto, que la vida es bella, realmente bella... lo difícil que es volver... lo difícil que es encontrar razones para volver.
El Sida o más bien, la enfermedad es caótica; sentirse invalidado, sentirse incompleto también, porque finalmente tu cuerpo ya no es el mismo, no funciona como antes. Tener que vivir con la enfermedad es si duda ingrato (por decirlo amigablemente), pero creo que pese a ello puede ser superable. Sin embargo, vivir con el temor a lo que los otros piensen de ti por esa enfermedad, a lo que los otros sientan por ti, a poder establecer relaciones significativas nuevamente, a perder el temor que da la soledad... Eso claramente puede resultar más complejo... y nada, me da una pena tremenda no tener más tiempo pa’ poner todo lo que aquí quisiera escribir, pero al menos quisiera decirles que acercarse a la realidad del Sida me hace ver que, por distintas razones, somos tan poco inclusivos, tan prejuiciosos, tan malditos a veces y a la vez, reflejándose esto en la expresión de algunos, puedo creer que siempre podemos ser más amorosos de lo que somos, más amigables de lo que somos, más inclusivos, más verdaderos. No me detengo a pensar en el Sida, como no me detengo a pensar en muchas cosas constantemente... Los cinco minutos, a ti te hablo Márquez y les cuento a todos; provocaron detenerme en esto, y quice compartirlo.
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