Hace 6 años, en una ataque crítico y con el afán de celebrarlos junto a La Márquez, Luchín y Lopez se nos ocurrió ¿homenajear? a los profes, casi como en el tenor que hoy lo hacen los posteos anteriores. Quizás lo recuerden... con una estética parecida a lo que fue "Marka Llipay", construimos tal como lo hacían esos "obreros por la cultura" un volante para entregarlo a la entrada a clases en la Academia. Y así no más fué, nos comprometimos, lo hicimos y esto es el texto contenido en ese documento:
"Nosotros también estábamos obsesionados con llegar a la universidad. Comprábamos el cuento que era la única manera de ser alguien en la vida y que el resto de la vida dependía de una hora, tres días o lo que sea que ahora dure la prueba. Entonces, empezamos a prepararnos desde primero. Aunque nos relajamos un poco en segundo. Pero en tercero el cambio fue fuerte y empezamos a venir los sábados. En cuarto vivimos aquí. Nos creímos el cuento y eso estaba bien.
También nos creíamos otros cuentos. Desde el colegio podíamos cambiar el mundo y por eso hacíamos revistas sin el control de alguien, pero con la colaboración de algunos profes.
Con la ayuda de otros profesores se formaron grupos musicales. Los alumnos de Bugueño hacían diarios que después colgaban con perros de ropa en el pasillo. Con Acevedo actuábamos en obras de teatro. Hasta la profe Luciana una vez expuso trabajos de física. Éxito total. Igual que las maquetas de moléculas que pedía García y la comprobación material que la suma de los catetos al cuadrado es igual al cuadrado de la hipotenusa y otros teoremas que hizo Zumarán. E Inostroza abrió una puerta a la cultura, todos los viernes después de clases.
Después de clases -con esos hombres y mujeres, que desde las dos de la tarde a veinticinco para las ocho llamábamos profesores- podíamos conversar, reírnos y hasta salir. Conversar con la Pili sobre filosofía o sobre la vida, que viene a ser como lo mismo. Reírnos con el humor negro del maestro Enrique Muñoz, más allá de su gusto por asustarnos con las bacterias, los microbios clase inolvidable, el sida y la paternidad responsable.
En realidad, podíamos conversar y reírnos después de clases, en clases, entre clases. Eso es lo impagable y la deuda eterna con ellos, con los buenos y los no tanto. La enseñanza que no tuvo que ver con matemática, castellano o lo que fuera, sino con la libertad de crear, de creer, de soñar, de vivir de la vocación. Siendo brillantes como el maestro Portillo, permanecían en un colegio, siendo doctos como Rivera seguían en un colegio. Y creemos que era por nosotros, por los buenos y los no tanto. Por nuestros sueños y por lo que les permitíamos soñar. Modestia aparte, tal vez esto haya sido porque nuestra curiosidad y nuestra libertad -aquella de la que sólo se es dueño a los diecisiete, al menos de esa forma -los alimentaba y les permitía gritarnos y arengarnos a vivir, sólo a vivir y negarnos a sobrevivir. Si algo debemos agradecer a este colegio, estamos seguros que más que el puntaje en la PAA o el éxito o no en la U, son esos hombres y mujeres, pedagógos, brillantes y motivados, que en nuestro tiempo eran la mitad del espíritu de la Academia.
Iquique – 16 de Octubre de 2000
M.D. / V.M. / M.L. / L.C.
2 comentarios:
puta's que nos que´do lindo, escribiamos mejor hace seis años...o yo pensaba más romanticamente, osea mejor!!! eso mismo que dice aquí fue lo que queria decir ayer.
deberíamos hacer estas locuras (así se laman los actos de libertad después de los treinta) más seguido, tal vez podríamos inventar otra intervención. en algún sitio, son igual más creativas que las funas o no???
Sin comentarios. Hay que releer y volver a releer, todas las veces que sea necesario, este tipo de nostalgias. Porque asi nos acordamos que queda mucha pega, todavia.
Gracias por publicarlo, no lo habia leido, y si alguna vez me lo mostraron, ya me habia olvidado, se dan cuenta. Buena la zurda.
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